de Elena Touriño Lorenzo
Trabajo. Esta es una de las palabras que más repite Martín de la Puente. La otra es mejorar. “El objetivo es entrenar y entrenar para seguir mejorando, porque luego en los torneos se ve todo el trabajo que se ha hecho previamente”. Y es que no es casualidad que un deportista de sólo 17 años que compagina su vida deportiva con los estudios sea el actual campeón de España de tenis en silla o que haya conquistado tres títulos consecutivos del Masters Júnior “Cruyff Foundation” (2015, 2016 y 2017).
Cuando a los 3 años los médicos determinaron que la dolencia que estaba afectando a sus huesos haciéndolos crecer irregular e incontroladamente era el síndrome de Proteus, sus padres vivieron un alivio relativo. “Fuimos a varios especialistas y mis padres estaban preocupados, porque es una enfermedad bastante rara y los médicos no conseguían diagnosticarla. Después, a medida que iban pasando los años la parte izquierda de mi cuerpo fue creciendo, el pie empezó a aumentar de tamaño hasta el punto de que tuve que parar de hacer deporte, no podía casi ni andar”. Martín, que era un apasionado del fútbol, cambió la pelota por la raqueta empujado por su hermano menor y como una forma de no quedarse parado. Cuatro años y muchas intervenciones después, los médicos no habían conseguido parar el desarrollo de la enfermedad y decidieron que tenían que amputar el pie. “Yo tenía siete años y no era consciente de lo que eso iba a suponer para mí. Quería hacer deporte, era lo que me gustaba y cuando me puse la prótesis veía que al menos conseguía andar, que era algo que antes no podía hacer”.
Y entonces un día un antiguo entrenador le ofreció volver a jugar al tenis, esta vez en silla de ruedas. El impacto inicial fue desconcertante y la primera reacción fue de cierto rechazo, pero Martín acabó por sentarse en la silla, probó y le gustó. “Era distinto, nunca había empujado una silla de ruedas y cuando empecé a girar y a moverme, me gustó. Me operaron más veces porque la enfermedad se pasó un poco a la pierna derecha, pero conseguimos estabilizarla y yo seguí jugando al tenis, involucrándome cada vez más”. Empezó a entrenar los mismos días que su hermano y el hecho de poder jugar con gente de pie fue una gran satisfacción para él, porque demostraba que “una persona con discapacidad es un deportista más. La raqueta es la misma, la pista es la misma, lo único que cambia es la posición del cuerpo y que la bola puede botar dos veces. Lo demás es exactamente igual”.
Orgulloso de haber superado una etapa de su vida en la que se sentía “raro y diferente porque no tenía un trozo de pie que mis hermanos sí tenían” y en la que la gente se sorprendía al verlo caminar por la calle o en la playa, se fue metiendo más en el mundo del tenis en silla. Primero en A Coruña, donde había un entrenador especializado en deportistas en silla de ruedas que empezó a formarlo como tenista, y después en Vigo, donde ahora entrena como cualquier otro compañero. Sus progresos lo llevaron a la Copa del Mundo Sub-18 con 13 años de edad y esa fue su primera competición internacional. “Ese torneo fue el que me hizo ver el potencial que tenía, hicimos un gran papel y fue toda una alegría plantarle cara a Inglaterra, la gran favorita. Yo sabía que me gustaba el tenis y me di cuenta de que si me lo proponía podía ir mejorando hasta intentar llegar arriba”. Y así hasta conseguir participar en sus primeros Juegos Paralímpicos, los de Río 2016. Esa ha sido “la mejor experiencia de mi vida hasta el momento”, reconoce, al tiempo que explica que la ceremonia de inauguración es un momento que va a permanecer para siempre en su memoria. “Cuando entras a Maracaná y todo el estadio está lleno, toda la gente gritando, es una sensación increíble, única”.
Javier Currás, el entrenador con el que Martín está trabajando desde que se decidió a competir, es uno de los artífices de su participación en los Juegos de Río y una de las personas más conscientes de sus posibilidades como deportista. “La progresión en los dos últimos años ha sido a pasos agigantados. Ha adquirido un nivel muy bueno y ahora tiene todavía mucho margen de mejora porque tiene que pulir pequeños detalles que lleva muchísimo tiempo afinar”. Las expectativas de uno y otro son llegar lo más lejos posible y para eso Martín va a empezar a competir en circuitos más profesionales en los que esperan que se incremente su nivel. “En el ranking junior es número dos del mundo y en el absoluto está en el puesto 26 y claro, los de arriba trabajan muchísimo. Martín está logrando con bastante tiempo de antelación todo lo que se ha propuesto hasta ahora, y aunque es complicado ser número uno del mundo, sé que él no va a parar hasta conseguirlo. Lo va a dar todo, seguro”. Y en el horizonte, claro, está Tokyo 2020. “Ahora ves que los torneos profesionales de los tenistas de pie de la ATP están incorporando cada vez más competiciones adaptadas a los deportistas con discapacidad, se les tiene más en cuenta”, reflexiona Javier, “y así ellos se dan a conocer y se despierta el interés de la gente por este tipo de deporte”. Martín recuerda que “el deporte me abrió unas puertas, yo entré y ahora tengo que subir las escaleras para llegar a lo más alto. Me toca hacer méritos para ir metiéndome entre los mejores. Aún queda bastante pero yo creo que hay que trabajar para conseguirlo y se puede hacer”.
La misma pasión con la que Martín se dedica al deporte la enfoca también a los estudios que el próximo año lo llevarán a la universidad, algo absolutamente prioritario para él. “Todavía tengo que decidir qué estudiaré, pero este año es clave porque lo que haga en los exámentes de selectividad marcará mi futuro. Este curso fue bastante duro al principio porque falté a clase cuando estaba en Río y cuando volví habían avanzado muchísimo, pero ahora ya estoy un poco más estable”. Sus padres le recuerdan constantemente lo importante que es no descuidar esa otra parte de su vida, pero entre exámenes y raquetas Martín saca tiempo incluso para jugar al baloncesto en silla de ruedas, “porque me gusta y me distrae de toda la competición del tenis. Es un deporte secundario y ahí voy a pasármelo bien, sin presión. Estar metido todo el rato en el tenis presiona bastante y esto me libera”. El deporte le ha enseñado a valorar las cosas que tiene y a no lamentarse por las que no tiene y le ha hecho entender que a pesar de los momentos difíciles, “de caerse y caerse muchas veces, si te levantas y lo intentas, mejoras”. Atrás quedan los malos momentos, las situaciones incómodas, las miradas indiscretas. Y por delante, el futuro prometedor de un tenista que sabe que en la vida y en el deporte “no importa cómo seas o cómo estés físicamente, siempre hay algo que se puede hacer”.