Di Diana Pintus
Foto – Giorgia Alonzo
Me gustaría contar lo maravilloso que es ese puente a la noche, en el medio del silencio, de las luces, de las estrellas, de los coches que andan muy rápido, de los perros callejeros que vienen de la nada y de repente. Y de los primeros pasos datos con miedo. Y del momento en que paramos en ese punto exacto en el medio de la carretera y pensamos: “nada es peligroso si no tenemos miedo”. Del momento en que nos olvidamos el miedo y llegamos donde queríamos llegar.
Valdemir, dicho polaco – “nadie me llama Valdemir pero quizás es el caso que escribis Valdemir en el blog…” es una persona a lo que le gusta construir. Modificó una moto, con la que anda por todos lados, construye antenas de televisión artesanales y construyó sus propias handbike, con la que participa a las carreras que tienen lugar en la ciudad. Últimamente, dice, muchos de los chicos del equipo se aventuran con la handbike: “Ciertamente es muy cara, así que no es tan fácil, pero estamos trabajando en eso”. El equipo es en realidad un equipo de Basket en silla de ruedas, se llama Arpías de Frontera y pertenece a UDF (Unión de Discapacitados Físicos), la única asociación que se ocupa de discapacidad física en Foz do Iguaçu.
Voy a contar en vez, más simplemente, un cruce de frontera, una frontera diferente de las otras.
Valdemir está en en silla de ruedas hace muchos años: fue herido por una bala perdida durante un robo: “un tipo asaltó por accá cerca y escapando y disparó. Yo estaba en el patio y fui herido. Una persona que estaba conmigo me levantó, quizá por instinto, puede ser por eso mismo me quedé paralizado”. Su relación anterior con el deporte son los de casi todos los iguaçuensi: “cuando caminaba jugaba al fútbol, accá todos juegan al fútbol…cuando paré de caminar no pensaba que habría hecho deporte, imaginas. La única persona en silla de ruedas que conocía era uno que vivía cerca de mia casa, que bebía, no se lavaba, iba dando vuelta por el barrio desde la mañana hasta la noche pidiendo dinero, en malas condiciones.
Obviamente pensé que iba a terminar así yo también, no creía que tenía otras posibilidades”. Luego un día un amigo me llevó al primer entrenamiento de Basket en silla de ruedas, y nunca paré.
Cómo pasa con todas las fronteras, para pasar de Argentina a Brasil sólo hace falta un paso. Un paso dado sobre el puente construido en el 1985 en Río Iguaçu, que conecta Puerto Iguazu, en Argentina, a Foz do Iguaçu, en Brasil. A vista desde el otro lado del río, está Paraguay, es en esa frontera diferente de las otras que toma el nombre de Triple Frontera. Una frontera que separa tres pueblos, tres culturas, tres ciudades cercanas y diversas. El lado paraguayo es Ciudad del Este, un gran puerto franco, el tercero al mundo después Miami y Hong Kong, un centro comercial a cielo abierto lleno de gente, donde se pueden comprar cualquier tipo de mercancía.
Mercancía que cada día pasa desde un lado al otro de la frontera, en gran cantidad, legalmente y no. El lado argentino es Puerto Iguazu, una ciudad chiquita, pintada, hecha a medida de turistas que pueden pasear por el centro, parando en las numerosas tiendas de artesanía, quedandose comer empanadas, a hacer una picada y terminando la noche en uno de los muchos locales de Avenida Brasil, la calle principal. El lado brasiliano es Foz do Iguaçu, una ciudad de 300.000 personas que se desarolló mucho en los años 70, cuando se construyó la represa de Itaipu, que es segunda en la producción de energía hidroeléctrica sólo a la represa de las Tres Gargantas, en China.
“Es un círculo vicioso. Faltan los recursos y por lo tanto faltan las actividades, pero cuando no hay bastante actividades no llegan los recursos” – es muy brillante en hacer un balance de la situación Dirceu, que trabaja para la Itaipú Binacional, la compañía que gestiona la represa de Itaipú, en el area de los recursos humanos.
Él, que tiene una malformación de las extremidades inferiores y puede caminar con muletas, antes de encontrarse con el Basket en silla de ruedas siempre jugó al fútbol con personas sin discapacidad. “Cuando llegué a Foz buscaba un deporte y encontré el Basket, y nunca dejé. Ahora mismo, en realidad, lo que me gustaría es que se convirtiría en un simple entrenamiento del miércoles. Para mi, trabajo y familia, estoy casado y tengo dos hijos, son mi prioridad”. La belleza de un equipo, su fuerza, es incluir muchas almas, historias y motivaciones diferentes. Valdemir dice: “tantos chicos al principio no quieren venir, luego vuelve y ya no se quieren ir, cada uno con su propio grado de motivación”. Él, que es parte del equipo hace muchos años, mantiene, en cierto modo, la historia: “Con el tiempo muchas cosas cambiaron, se hicieron progresos, algunos de los chicos se enfocaron en el Basket, otros no”. Él, que es parte del equipo hace muchos años, sabe que dentro hay gente de muchos tipos. Esa es la belleza de un equipo, la belleza del deporte, la belleza del mundo.
“Fue proprio Valdemir a convencerme a participar. Me cruzó hace tres años en el supermercado al final de la calle y me pidió que viniera a jugar al Basket. Por más de un año no quise, me parecía una cosa medio rara, me hacía un poco miedo, y además yo era vago, no quiería. Luego un día estaba en casa sin hacer nada y me dije: bueno, vamos”. Odair llegó a Foz hace 25 años buscando trabajo y hace Laranja, la naranja, como se llaman las personas que llevan mercancías de Paraguay a Brasil.
Habla con un raro accento, tanto es así que me sale natural pensar que sea paraguayo o argentino.
“No no, soy brasilero!”
“Y entonces porque hablas hací?”
“No sirve para nada hablar con accento español para que me entiendan bien?”
“Y no… no sirve para nada” – me río.
Vuelve a hablar normalmente, y cuenta de su accidente, hace 15 años, con la moto: “en aquel momento bebía y tomaba droga. Bueno, bebía y tomaba droga incluso después, de hecho, por otros cinco años después del accidente, ahora gracias a Dios ya no, y me convertí a ser religioso … “. Recuerda perfectamente el día de diciembre, hace diez años, cuando decidió cambiar sus costumbres, Odair, una decisión meditada y valiente: “un día volví a mi casa fuera de mi, había exagerado, había participado en una pelea en la calle, yo estaba en pedazos. Entré y miré a mi esposa y mi hija, estaban llorando. Juré a ellas y a mí mismo que desde ese día ya no iban a llorar más por esta razón. Y respeté el juramento “- agrega con orgullo.
Cómo pasa con todas las fronteras, accá hay personas para todos los gustos, y también un poco más. Hay turistas, muchos, atraídos por la enorme y impresionante cantidad de agua de la Cataratas del Iguaçu, elegidas en el 2012 una de las siete maravillas de la naturaleza, lo que realmente son, con su azul, blanco, marrón, verde, arco iris. Hay traficantes, aventureros, viajeros de todo tipo, gente que pasa por accá por si a caso, muchos estudiantes – en el 2010 en Foz de Iguaçu abrió la UNILA, Universidad Federal de la Integración Latinoamericana, que cuenta con miembros de toda América Latina – y, por supuesto, quien nació y se crió accá.
Carlos tiene 51 años trabajaba en el sector de las construcción y se cayó del techo. Se acercó al Basket buscando una mayor autonomia, y dijo que la logró, y cómo. “Para mí es un hecho físico. Practicar deportes ayuda a ser más fuerte, a fortalecer los brazos, en el tronco, para recuperar algo de la fuerza que perdieron”. La cosa que más lo hizo sufrir, fue que de adulto, en silla de ruedas, tuvo que dipender por su esposa y por sus hijas: “Hoy no, hoy no necesito más de sus ayuda. Claro que me apoyan, pero no están obligados a estar siempre detrás de mi. También porque trabajan, y yo quiero dejarlas trabajar. Además ahora soy yo que las ayudo: perparo el almuerzo, lo llevo donde trabajan, hace un poco conducía también el auto, sólo que luego el año pasado me la robaron”.
La ciudad del corazón
Y luego estoy yo sobre el puente Tancredo Neves, dando aquel único, pequeño, paso que moverá Historias Paralímpicas de Argentina a Brasil. Todos ustedes lectores, a estas alturas, ya sabes que yo y el blog vamos a Río, en busca de nuevos atletas, nuevas historias y nuevas ideas. Lo que quizá ustedes no saben es que para mí esta es realmente una frontera diferente de las otras. Sí, porque cuando me van a poner el sello de entrada en el pasaporte de Brasil, y supero la última barrera, estoy en casa. Trescientos metros a la izquierda y llego donde todo empezó, en el 2012, cuando participé en un proyecto de de Servicio Civil del CESC Project al CAIA, un centro para adolescentes de una comunidad pobre, Porto Meira.
Accá creció Valdemir, y su viejo amigo Juárez, lo que lo llevó al primer entrenamiento de Basket, es el coordinador del CAIA.
El mundo es pequeño y hecho de relaciones
Si el año que viví aquí no hubiera sido hecho de relaciones maravillosas, si no hubiera sido vivido intensamente, si no hubiera hecho cada día nuevos descubrimientos, si no hubiera recibido y acumulado amor, probablemente nunca habría vuelto a Brasil, nunca habría concebido el proyecto Historias Paralímpicas tal como es y no estaríamos luchando para ir a los Juegos Paralímpicos. Los brasileños llaman la ciudad de adopción cidade do coraçao, ciudad del corazón. Para mí Foz do Iguaçu es esto, y a pesar del tiempo que pasa, nunca paso esta frontera indemne y libres de las emoción.
Emoción que llevo dentro de mi, fuerte y hermosa, hoy que puedo hacer la primera entrevista accá, en esta frontera diferente de las otras.
Gracias a Harpia da Fronteira, Valdemir, Dirceu, Carlos, Odair y Roberto.
Gracias a Juarez, una vez más, y no sólo para este. Gracias a Giorgia y Ruggero, para las fotos, la compañía y para ser familia, siempre. Gracias a toda la familia Caia, grandes y pequeños, los quiero mucho.