De Elena Touriño Lorenzo
El primer Centro Puente
Cuando en el año 2007 una caída en una de las pruebas del Campeonato de España de Rally Todo Terreno le provocó una lesión medular, el piloto de motos Isidre Esteve decidió seguir adelante con la misma fuerza que le había hecho ganar ese mismo campeonato en 1999. Enseguida se reincorporó al gimnasio al que acudía regularmente antes del accidente de la mano de su entrenadora personal y actual directora de la fundación que lleva su nombre, Lidia Guerrero.
“Le fue muy bien porque sus compañeros lo recibieron con mucha normalidad, quitándole toda la parte de tragedia a lo que había pasado. Eso a él le ayudó a normalizar rápido su día a día”. Pronto se dieron cuenta de que Isidre era la única persona en silla de ruedas en el gimnasio y empezaron a pensar que si la reincorporación a la vida activa había sido positiva para él podría serlo también para otras personas. “Empezamos a darle vueltas al tema, hablamos con médicos rehabilitadores y a todo el mundo le gustó mucho la idea”, recuerda Lidia.
De esta forma, con la experiencia personal de Isidre como punto de partida y con la premisa de que todas las personas deben tener la oportunidad de realizar actividad física independientemente de sus capacidades, surgió la iniciativa de poner en marcha un centro que funcionase como fase intermedia entre la rehabilitación y una vida normal. Así nació en septiembre de 2012 el primer Centro Puente de la Fundaciò Isidre Esteve.
El proyecto iFit
Hoy, cuatro años y mucho trabajo después de la puesta en marcha en Barcelona de aquella experiencia pionera, existe un segundo Centro Puente en Vigo, del que es responsable Joan Rodríguez y que se integra en el proyecto iFit. “iFit surge antes como un lugar en el que se unifican tratamientos de fisioterapia, entrenamiento y rehabilitación. Cuando empezamos con el Centro Puente en Barcelona, pensamos si sería posible encajar la actividad también aquí”. Y lo fue.
Desde 2013, en el Centro Puente de Vigo trabajan para que los usuarios adquieran el hábito de tener una rutina de actividad física que después puedan seguir en un gimnasio convencional o incluso en su propia casa. En un Centro Puente tienen cabida personas con todo tipo de (dis)capacidades y tanto en Barcelona como en Vigo se pueden encontrar usuarios con un amplio rango de condiciones físicas, que van desde discapacidades congénitas a otras provocadas por accidentes u originadas por distintas enfermedades.
“Nuestro objetivo es que todo lo que les enseñamos les sirva para abrirse a la sociedad. No queremos que dependan de nuestros centros, sino que les sirvan de puerta y que sean además una oportunidad para estar con personas que no tienen discapacidad. Buscamos la máxima normalidad posible y aquí todos entrenan mezclados porque pensamos que a nivel psicológico es muy bueno para todos”, señala Joan. Algo que corrobora Álex Vázquez, tetrapléjico desde hace siete años a raíz de un accidente de coche y usuario del Centro Puente de Vigo desde hace dos.
“La convivencia es muy buena y a nivel de autoestima es muy importante, te activa y te sube la moral ver que eres capaz de superarte cada día, de hacer cosas que no pensabas que consiguirías hacer”. Él, que como muchos otros compañeros que ahora frecuentan el centro no hacía deporte de forma habitual, destaca la integración y el bienestar personal como principales beneficios de esta experiencia. “Noto mucha mejoría, tengo más estabilidad y más fuerza para empujar la silla”. De momento Álex no se plantea dar el salto a un nivel deportivo más profesional, pero Joan confiesa que aunque “la idea original no es que las personas que pasan por el Centro Puente se dediquen a la competición, hay casos de gente a la que el deporte le ha cambiado mucho la vida y ahora está compitiendo”.
Aprendiendo paso a paso
Conscientes de que la mejora en la calidad de vida de las personas con discapacidad a través del deporte debe estar acompañada precisamente por una inserción real de estas personas, en Vigo han creado también un club en el que participan deportistas con y sin discapacidad de disciplinas deportivas diversas. “El club ha evolucionado mucho en sus dos años de vida y se ha ido incorporando más gente”, apunta Joan. “Además, ha nacido un deporte nuevo que se llama triatlón indoor, que todo el mundo puede practicar y que hace que todos entrenemos juntos, que vayamos a campeonatos y a viajes con un ambiente muy bonito, sin importar cómo es cada uno”. Por eso, y a pesar de las dificultades iniciales, el balance que Lidia Guerrero hace del funcionamiento de los centros es muy positivo.
“Nos ha costado adaptarnos a todos los tipos de discapacidad que tenemos porque hay maneras diferentes de aprender a tratarlas todas, pero la respuesta está siendo muy buena porque realmente estamos aprendiendo paso a paso con ellos. Y la verdad es que siempre hemos conseguido que mejorasen, incluso en casos de enfermedades degenerativas”. La labor que la Fundaciò Isidre Esteve realiza a través de sus Centros Puente es un paso importante para sacar del aislamiento a las personas con discapacidad que deciden practicar un deporte, pero para Joan Rodríguez no es suficiente y debería estar acompañada de otro tipo de acciones. “Las barreras arquitectónicas que se encuentran las personas con movilidad reducida son un problema a la hora de incorporarse a un gimnasio convencional, pero lo peor es que los técnicos no están formados. Hacemos un trabajo que muchas veces no puede tener continuidad, por eso estamos apostando también por la formación de estos profesionales, para dotarlos de herramientas que les permitan adaptar sus conocimientos a este tipo de usuarios”. El siguiente paso lógico sería “la implicación de las administraciones para que por lo menos en los centros deportivos públicos estos dos problemas no existan y se pueda producir la adaptación de estas personas”, concluye.
Lidia Guerrero va más allá y considera que “para que exista una integración efectiva y para que haya más recursos, los deportistas olímpicos y los paralímpicos deberían estar bajo el mismo paraguas, no debería haber separación en las Federaciones. Eso sería una muy buena forma de que se nutriesen y aprendiesen juntos, aunque luego la competición fuese por separado”, reflexiona.
De momento, la Fundaciò continúa trabajando para estabilizar los dos centros abiertos y con la mente puesta en el que sería el tercero y último en Madrid. “Cuesta mucho sostener la estructura de cada Centro Puente, dan mucho trabajo y no se autoabastecen, por eso queremos tener sólo aquello que podamos mantener”, explica Lidia. Para ello cuentan con las ganancias que les pueda reportar la comercialización del Cojín Inteligente, otro proyecto pensado para poder ayudar a personas con discapacidad y que nació a raíz de la participación de Isidre Esteve en el rally Dakar en 2009. “Al estar tanto tiempo sentado, le salieron unas llagas de las que tardó un año y medio en recuperarse. Por eso empezamos a trabajar en 2011 en un cojín con un sistema de presión de aire por zonas que favorece la circulación sanguínea y que hemos probado en el Dakar de este año. Estamos a un paso de que sea una realidad y de que esté en el mercado”.
La idea es revertir los beneficios en la financiación de los Centros Puente y en el propio desarrollo del cojín para que pueda adaptarse a cualquier silla de ruedas y a las camas de los hospitales para ingresos de larga duración, pero Lidia tiene claro que el terreno natural de la Fundaciò no es el de la investigación. “Estamos muy contentos porque el cojín funciona y porque está a punto de poder ayudar a muchísima más gente que lo necesita, pero no debemos centrarnos en proyectos que se escapan de nuestro ámbito, que es el del deporte. Por eso, si en el futuro lográsemos conseguir suficientes recursos, los utilizaríamos para apoyar otros proyectos que ya están en marcha, fiables y gestionados por gente con una trayectoria reconocida en el campo de la investigación, para que vayan hacia adelante”. De esta forma se trabaja para conseguir la integración de las personas con discapacidad a través del deporte. Así se construyen puentes que se convierten en su puerta a la actividad física regular y así es como, al final, el todavía largo camino hacia la normalización se hace cada vez más corto.