Nota y traduccion: Diana Pintus
Revision: Mariano Zamora
“Empecé hace dos años y medio” – cuenta María Chirinos. “Solo?”, se sorprende Silvia Carranza, presidente de CILSA – ONG Por la Inclusión. “Parece mas. No? Y al día de hoy María estudia, trabaja y juega basket. Parece poco, pero en Buenos Aires no es nada fácil hacer todo eso. Además María vive en la zona sur de Capital y el centro de entrenamiento, Ramsay, se encuentra en el norte de la ciudad”.
Con la historia de María abrimos el especial de Storie Paralimpiche sobre el basket en silla de ruedas, un deporte que comparte casi todas las reglas con el basket parado. María estudiaba Ciencias Políticas en la UBA, la principal universidad pública de Buenos Aires cuando se enteró del programa de becas de CILSA, una ONG que trabaja por la inclusión de las personas con discapacidad, no sólo en los deportes. “Me di cuenta de que estaban buscando a alguien para trabajar allí, y no dejé pasar esta oportunidad. Empecé a trabajar en el programa de becas, y después pasé al programa de entrega de elementos ortopédicos, donde todavía continuo trabajando”.
De ahí a la cancha de basket, el paso fue corto. El que tuvo la idea fue Daniel Copa, jugador de la selección nacional y coordinador de, la ejecución de los programas de elementos ortopédicos. Cuenta María: “Un día Daniel me invitó a asistir a un torneo. No tenía idea de lo que significaba practicar deportes, entonces por curiosidad, fui a ver. Me gustó y … bueno, yo fui a la escuelita, donde se aprende lo básico, y luego empecé a jugar en tercera división, donde hay mayor competencia. Hoy en día es muy importante para mí jugar. Juego en la Selección y en agosto fui a los Parapanamericanos de Toronto”.
“Para nosotros es imprescindible – explica Silvia Carranza, presidenta de CILSA – que todos nuestros atletas, cuando empiezan a jugar basket pasen por la escuelita. María es muy humilde, entonces te lo está contando de forma muy sencilla, pero la verdad es que tiene muy buenas cualidades desde el punto de vista deportivo, por lo que en poco tiempo ha pasado de la tercera a la primera división. Luego fue seleccionada por el entrenador de la selección femenina y desde allí se lanzó …rumbo a Toronto “.
Es un volcán de 24 años, María. Además de trabajar para CILSA y jugar en el club y en la selección ahora está estudiando marketing y comunicación. Un volcán tímido, su mayor temor – confiesa – es no tener los huevos para hablar en público. “Se aprende? – nos pregunta- o es un don natural?” Se aprende, se aprende, tranquila. A nosotros también nos costó un poco…
“Toronto fue una experiencia maravillosa. No tenía idea de lo que es un Parapanamericano, yo nunca había viajado tan lejos. Lo importante es disfrutarlo, y no sólo desde un punto de vista deportivo, sino también saber cómo tomar ventaja de las oportunidades que nos llegan, cuando lleguen. Yo, por ejemplo, económicamente no habría podido sustentar tal viaje, pero he entrenado mucho para asegurarme de que el viaje valiera la pena. Y en realidad vale la pena viajar, porque te abre la mente, te enriquece mucho. Cuando empecé a jugar yo era mucho mas callada, me costaba mucho hablar con la persona. En cambio gracias al basket me vi obligada a interactuar con un gran número de personas. Además con los compañeros se crea una relación de gran confianza, individualmente y de un punto de vista grupal”.
La selección femenina en Toronto terminó cuarta, y se clasificó para RIO 2016, mientras la masculina no, a pesar de haber ganado la medalla de bronce, porque había solo dos lugares. En el campeonato se juega juntos hombres y mujeres. Hace algunos a La liga, sin embargo, juegan juntos, masculino y femenino. Silvia dice: “Hace algunos años estaban los dos campeonatos, uno para hombres y uno para mujeres. Pero después se hizo más difícil en términos de organización y por lo tanto se decidió unificar los dos campeonatos “.Esto pasa en el campeonato italiano también.
“Mi familia me ayudó mucho. Hay días en que me cuesta mucho como para salir de la cama y seguir adelante, pero siempre lo logro, gracias al apoyo de mi familia. Desde que empecé a jugar basket mi vida es muy llena. Lo más complicado es el traslado de un lugar para el otro. Al principio me enojaba mucho porque hay veces que los colectivos no paran, porque a lo mejor no quieren bajar la plataforma. Pero ahora estoy más relajada, y muchas veces cuando me pasa me limito a sonreír y también entiendo que el colectivero por ahí ha tenido un mal día. Estoy mucho mas serena. Porque al final eso es lo que el deporte me ha dado: serenidad “.